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martes, 6 de septiembre de 2016

Rincón

Rincón

Aún exhibo el cuadro que olvidaste
en el único rincón iluminado de casa.
Y aún lo exhibo porque el amor de esos 
dos imitadores crea un pequeño atardecer
en el vacío de los vicios.

Puedo ver: toman sus manos,
no existen pausas para limpiar 
de la muñeca el excremento del otro.
Te empeñaste tanto en esconder la sangre,
que manchaste
con la misma ponzoña
la piel
de las paredes mordidas.
¡Y cómo  gozan las termitas!

Te empeñaste tanto en fragmentar la sangre
que incluso los desnudos
 
sonríen y los colores opacos son circos de nostalgias de cajón.
¡Pero cómo gozan las termitas!

No hay perros colgando a la sombra 
del tronco.
No hay lágrimas ni gestos
de vómito.

Lo que hay, lo único que existe,
son mis parejas de viernes
que agradecen con sonrisas falsas
al ver el único rincón

iluminado de casa.
Ellas mismas suelen ser termitas
al morder mi pecho y no encontrar nada.
Al morder mis huesos y no matar la nada.
Al morder el cuadro y no arrancarme nada.

¡Qué gran mentira habita en los rincones!
¡Qué gran mentira es la luz solar!
¡Qué gran mentira son los viernes!

Y yo que aún exhibo el cuadro me esmero 
en no tirar tu venganza, o tú recuerdo,
¿Qué se yo de los corazones pintados?
¿Qué se yo de las termitas?
Aún exhibo el cuadro como único recuerdo
de los días de primavera que olvidaste.

-Miguel V. González

domingo, 28 de agosto de 2016

Cuando la sed esté muerta



Por eso los clamores, ¿sabes?
por eso estos ojos cubiertos de porfía 
sangre al buscarte en mementos,
lágrimas tras lotananza 
que busca el remanso en tu cabello.

Por eso los fantasmas y por eso las miradas ausentes.


Por eso las noches son voces serena,

y los árboles gritan lancinaciones.
Por eso sonríes en todos los pétalos
y en tu boca se convierten todas las flores,
por eso la poesía imita tus ojos,
por eso busco en las malvas, porque te extraño.

Por eso fantasmas, por eso cierro los ojos, grises espejismos.


Por eso corro y me detengo,

hasta abrazar nada,
por eso nada, de tus ojos,
nada de las flores,
por eso nada, del corazón,
nada del pavimento,
por eso caigo y araño las poesías,
por nada de las flores,
o todo el silencio.
o todo el corazón.

Por eso fantasmas y  en los ojos callados besos.


Por haber nacido corolas,

hado de natura crece en crisol
de mi  implante de pecho,
por eso, solo por eso,
por habitar un fútil cuerpo,
por hacer de mi carne la lluvia
y de mi alma luceros brillan los alisos.
En mis labios existen las lunas
cuando tu silueta miro y no estás en ella,
fragancia de prestezas llega al funesto desierto
y crece en mí, solo una rosa.

Por eso busco en la tierra y abrazo al fantasma y abrazo la noche.


Por eso los poemas acompasados de blancos velos,

destraidos de noche y de día.
Por eso este espacio irrestricto:
mi hálito propala embelesos
y habitas y en ti creo.

Por eso te creo  fantasma, 

para mirarte  solo cuando mi cuerpo cuelgue,
para hacer de tu ausencia una boca
y beses mi alma solo cuando la sed esté muerta.

-Miguel V. González










martes, 23 de agosto de 2016

Canto de un suicida marino

Canto de un suicida marino

Por eso los poetas no besan a sus musas;
porque las consecuencias duelen más a estar con vida,
porque es más placentero que escuchar la misma muerte aproximarse.
Es sentir la cuerda mientras besa con ternura la garganta,
y el peso del cuerpo que cuelga se convierte en pasos de despedida
deslizándose a un bote en dirección opuesta,
pasos sin nombre, buscadores del anti-tiempo y las memorias,
pasos que instan no desprenderse de sus labios nunca,
pasos quietos, nunca antes pronunciados,
pasos que viven en jaulas como espuma entre el mar y la arena

Por eso los poetas no besan a sus musas;
Porque cuando la diligente piel  muta en un péndulo,
exige no podrirse hasta cruzar sus manos,
¡Una vez más sentir sus manos en sus manos!
Porque las venas no revientan con la única esperanza
de volver a nacer con sus palabras mudas,
de volver  a arder con el umbral  de sus ojos
que se cierran mientras  la llaga  del silencio
se equipara a un metrónomo que cruza dos corazones;
musicalidad y silencio           
se hacen uno para aislar a la pareja
del calor  de la ciudad que sangra.

Por eso los poetas no besan a sus musas
porque el corazón se enferma,
se consume en imágenes vertebrales,
llega a la cima de esperanzas rotas
y como por olvido se deja caer
hasta tapizar de rojo el pavimento.

Por eso los poetas no besan a sus musas;
porque sentir el peso de sus ojos
significa arrancarse el ámbar,
despojarse del pincel y sus extremidades,
nunca más probar los vicios,
entregarse a la ausencia de las voces,
sentir hasta escurrir en sangre,
asesinar la niebla y arrastrarse en su esqueleto
con la voz de un hormiga que repite su nombre,
extirpar el corazón desastre,
la dulzura de un mensaje,
y la purificación de un muerto,
la madre, el sepulcro y sus bosques.

Por todo eso no debí besarte,
no debí jugar a estar con vida,
no debí engañar la muerte,
No debí buscar recinto entre
el suicidio y la espera del labor de las palas oxidadas.
Por todo eso no debí besarte, pero lo hice.
No debí porque yo no soy poeta, pero por ti podría intentar serlo.
Por eso me arranqué los ojos
para no mirar más el mar y no sin sentir
su cuerpo al penetrar en mis pulmones.
Por eso me arranqué los labios,
Para prohibirme intentar leerte este poema,
O peor aún, para intentar besarte.
Por eso me arranqué los tímpanos,
Para no escuchar mi voz romperse,
Para no postrarme ante la despedida.
Para  no escuchar lo que lastima, lo que hiere.
Por eso me arrancaré el pecho.
Por eso me arrancaré la poesía.
Cómo no intentar hacerla o vomitarla que es lo mismo,
Cómo no intentar hacer poesía, cómo, dime cómo.
Dime cómo no escribir si las olas avanzan
y con ellas la necesidad de inmortalizar un fragmento,
un pequeño ser marino desgraciado llevará mi alma
y en tus ojos habitará cuando yo ya esté
sumergido en la tensión de un alga.

Mi cuerpo es una enorme fosa
en donde todos los contemporáneos arrojan desperdicios
Se apagan las esferas, comienza a escasear el agua,
Y la sal quema, arde, desintegra mis dedos tierrosos
cuando caigo dentro y no hallo nada.
La girándula desprende lluvia del esqueleto de las nubes.
Cae, azota mi espalda, busca una salida.
Recorre ductos adornados por la peste de un recuerdo
hasta hallar el aspersor y después salta.
Se esconde en los silos del olvido,
Y se mezcla en los arrabales de tus pasos.
Una inmensa manecilla flota en los desperdicios del fangal.
Todo gira. La niebla se convierte en carencia,
Y los mismos arcoíris de la canícula
se doblan obligados por cenizas de una lágrima,
solo una lágrima.
Los poemas vuelven a ser grises,
Negros, opacos y sin rostro, atados por un vencejo,
Las palabras comienzas a escurrir  de las ataduras,
Las palabras se resisten a perder tu boca.
Se desprenden y en la arena está escrito tu nombre.

Por eso los poetas no besan sus musas,
Por eso solo se limitan a los cantos.
Evitan con su sangre a maldecirse eternamente.
Y hoy, -en un intento desesperado
a no perder mi voz en la censura de un trueno-
Te escribo, aunque yo ya esté maldito.
Escribo porque a pesar de imaginar tus labios alejarse,
de inventar sentencias de un adiós definitivo,
a pesar del sonido de la cuenta regresiva,
las sombras se han crucificado al pavimento,
Y no, aún no hemos podido separarnos.
Jamás diré adiós sin antes darte un beso.
Pasarán veleros con gritos de despedida,
y sangrarán nuestros oídos con tal de  que
tú y yo no podamos escucharlos,
caerán los cielos transformados en dilaciones;
una marcha de esqueletos rodeará la ausencia,
la estrangulará, la hará pedazos,
y aunque esté de pie mirando tu recuerdo,
estaré contigo,
y mis labios seguirán tu acantilado,
y mis palabras seguirán la arena,
y mis poemas seguirán la bioluminiscencia,
estaré en forma de badajo,
pero siempre viviré en tu cuerpo.

Pero qué hermosos son los chabacanos
cuando flotan en los mares y la espuma los cobija
hasta que el sol los pudre.
Pero qué hermosas son las gerberas
cuando en el oblongo muere un insecto,
y derrama su interior hasta impregnarse
en los colores de las hojas.
Pero qué hermoso es el final de una noche,
cuando un pequeño rayo penetra
por la habitación e irrumpe
en la eternidad de dos almas
nacidas hace unas cuantas horas,
y el mismo rayo se vomita en las ventanas
y termina con la vida al mostrar la escoria
que habita fuera del recinto.
Qué hermoso es un cadáver colgado
cuyo movimiento lento atrae
el aleteo de unas cuantas moscas
e en su rostro una sonrisa y el reflejo
de un sinfín de lágrimas de niebla
caídas desde el mismo infierno.
Pero qué hermoso es sentir que estamos juntos,
Cuando el tren avanza, la puerta  cierra
Y ya no puedo verte.
Cuando veo una foto  y miro
cualquier indicio de tu ausencia,
Cuando siento el mar en forma de una gota
Y la bioluminisencia de tus ojos aparece
Y asesina con pasión mi alma.
Cuando despierto y sudo por los sueños solitarios,
y el espejo humedecido por el vapor de tu presencia,
me recuerda que estás detrás de la cortina,
 que no estoy solo.
Cuando cada marinero me cuenta tu leyenda,
Sin saber, fui yo quien se encargó de contarla,
Cuando simplemente mojo mi cara,
y en mi frente siento la marea,
porque cada gota es navegar por tu cuerpo.
Cuando la lluvia se suicida contra el suelo
y el estridor de su muerte se convierte en tu voz
Repitiéndome cuanto dolor te envuelve,
entonces te abrazo con ternura,
como único testamento antes de mi despedida.

Pero qué hermoso es sentir tus manos en mis manos,
Y seguir hasta dejar nuestras cartas,
Y seguir hasta encontrar un gomero,
Y seguir hasta que estemos solos,
Hasta encontrar un beso tierno,
hasta que el peso de mis pies asfixia mi cuello,
hasta que ya no soy capaz de ver veleros alejarse,
hasta que ya no escucho el choque de las olas,
hasta que todo deja de estar mal en la rama del gomero,
Todo se ve mejor desde aquí…

Muertos estamos, con la única esperanza

de que vivos estuvimos juntos.

-Miguel V. González

miércoles, 27 de julio de 2016

Añicos de Verano

Añicos de Verano

¡Ah, Los días de invierno, blancos y verdosos!
Aquellos días tomé por vez primera tus agotadas  palmas
y las arrancaste de mi piel espesa
y no volviste a disponer  mi carne.
¿Qué sería de mí si nunca hubiera escrito en las paredes?
¿Qué, dime qué sin volverte parte del verano?
¡Aún habita en mí el primer verso que arañó los muros!
¡Aún te veo deslizar tu azul vestido
y tus lechosas piernas clavadas a la vista de cadáveres hambrientos .
Me incluyo yo poeta de los cuervos verdes
observé tu caminar por días y esperé
paciente hasta arrancar mi vida de tus ojos,
y grité al cielo, mientras gente vomitaba con hedor desquiciado:
¡oh cuervo arráncame los ojos!
¡oh cuervo besa ya mi alma!
¡Qué coño sería de mí si nunca hubiera amado o devorado tus labios!
Ambas cosas corresponden  a mi amor corrupto,
ambas cosas son mi sangre y mi arrancar el alma.
Fiebre y sudor se aparean y mi cuerpo muere:
¡Qué coño sería de mí si nunca hubiera visto tu desnudo cuerpo!
La felicidad existe o al menos un pedazo de ella se desprende de la criba.
Besaré tus pechos hasta encontrar la soledad de la que tanto hablas,
y la morderé hasta estar contigo y sientas lo que yo he sentido,
y veas lo que yo he visto.
Porque en ti beldad verdosa  he visto todo menos escarnio.
Retamas y esparcetas en el hilo de tu sexo.
Y un país de flores;
en mi piel  fragancias templos y embelesos
acarician hasta hacer tu nombre
un clavo en la garganta.
Mi pecho arde, ¡cuánto gozo!
Lo he visto todo en ti amor mío y es por eso que  trastabilleo.
Mi execrable erial merece todo menos el sepulto.
Yo no puedo ser rosales
pero escribiré en paredes, calles y ventanas
en el sol aunque termitas formen oquedades en mi pecho
y en el polvo cuando estés dormida.
Libaciones en montículos de nieve,
cada pedazo se convierte en carta
y cada lágrima quema y derrama
tintas hasta ser de leche.
Estaciones de otoño invierno,
jamás verano,
nunca verano.
Estaciones de otoño invierno,
Adheridos al vagón pero nunca nada,
solo un vagón  y el borde de las vías.
No olvides mujer, amante, hermana,
que yo vi en ti un pedazo de abigarro
y éste socavó mi cuerpo.
Todo, mariposa,
Todo abeja
Todo lobo.
Dulce verde vista,
sonido crispado.
El deslinde se hizo añicos,
cuidaré de ti, pedazo mío,
aunque pierda en ello la esperanza
de volverme juncia.
Cuidaré de ti, pedazo mío
y serás de mí una nueva fragancia.
¡Qué sería de mí si nunca hubieras manchado mi poesía!
¡Qué sería de mí sin la primavera!
Porque soy de ti un alumno infame,
cubriré tu cuerpo en las hojas
hasta ver sus pieles amarillas,
aguijones que desgarran mis manos
y palidecen en  tus piernas
He visto, oh mujer en ti, una última sonrisa.
Y mi alma hacerse añicos
y en tus palmas
mis versos  como  gusanos sangrantes.

Miguel V. González

DOS POEMAS

Con la  más grande y filosa
Y
aunque
fuera
pecado
te arrojaría
la primera
piedra…
                                                                                             
                                                         y la segunda también...
                                                                                                  ¡por pinche puta!





Reflexiones
Entre el cigarro
y tus nalgas
no sé cual
ha sido
mi vicio

más pendejo.


-Miguel V. González 

martes, 26 de julio de 2016

Objeto

Objeto

Desperté bajo los efectos de mi abandono.
La jaula cuelga atada a un clavo
que el mismo cristo colocó
en sus delirios de muerte.
Voces de mis sobras rodean
cada centímetro de cobre,
y en el suelo la partitura de la noche
a la vista de trescientos trajes sin cuerpo.

¿Quién de los tres merece
recorrer el sosiego de la infancia?
¿Quién de los tres merece ser
el monstruo hirsuto?

Bajo la alfombra,
allá en medio del delirio
que se asfixia y las notas
que inyectan nepente
a todo el que escucha,
yace el vestido de una dama,
reposa sobre un tablero de ajedrez
y espera, solo espera, el olvido.

Debido a que sigue siendo
obstáculo para dar mate a esta partida,
grito al despertar en esta cárcel de tósigo…

¡Quién de los tres merece
estar en los brazos del suicidio!

-Miguel V. González